USANDO EL MIEDO A NUESTRO FAVOR

Para soltar el peso sólo tenemos que saltar, usando el miedo a nuestro favor y lanzarnos a un nuevo cambio de consciencia.

Cuando los adultos aún no sabemos gestionar nuestras emociones y además hacemos responsables o culpables a los demás, por lo que sentimos o por lo que nos pasa, es una señal, de que nuestro niño interior o nuestra alma, como lo quieras llamar, tiene miedo, mucho miedo, y se ha convencido de no poder hacer nada al respecto. Pero si podemos, de hecho, es que no tenemos por qué seguir siendo niños eternos ni almas atrapadas en el miedo el resto de nuestras vidas. Existe una salida y se llama “Consciencia”. Si tomamos consciencia de nuestro miedo, se abre automáticamente la puerta que nos deja salir del bloqueo, ese exceso de miedo que nos impide avanzar, ese que no nos permite continuar con el proceso de crecer, y de aprender que tanto la felicidad como la ausencia de ella, no dependen de nadie y mucho menos de quienes amamos, de quienes nos han hecho daño o de lo que hacemos y tenemos. Nuestro crecimiento y nuestra felicidad sólo dependen de nosotros mismos, de volver a activar la capacidad que tenemos de seguir avanzando. Experimentar, Integrar, Aprender, ¡Evolucionar usando el miedo a nuestro favor!

 

Si la vida tuviera muchos caminos y cada camino empezara con una puerta. El miedo sería un paracaídas envuelto en una caja y en papel de regalo al lado de aquellas puertas que nos llevan a caminos muy intensos, similares a una caída o a un salto al vacío. La vida nos reserva un paracaídas exclusivamente para nosotros porque esas puertas específicamente lo requieren. Cuando el paracaídas hace parte del camino, necesitamos aprender a usarlo para poder superar la caída y seguir caminando, incluso más maduros y fortalecidos que antes. Pero mientras no entendamos esto, no actuaremos con confianza ni agradecimiento, todo lo contrario, cada vez que tengamos que abrir una puerta y no veamos el paracaídas con respeto y agradecimiento, viviremos otro tipo de caída, una que no nos deja ver lo bajo que caemos, actuando desde el desprecio, la ignorancia, la infravaloración o el sufrimiento en cualquiera de sus presentaciones como consecuencia, de no dar el paso, de darlo en otra dirección o de darlo sin recursos para superarlo. Y ante esta experiencia se crea una herida o trauma, nos convencemos de que el regalo no es útil, al contrario, aprendemos a verlo como una amenaza o una alarma que nos recuerda y nos hace re-experimentar una pérdida.

 

Así de contradictorio son nuestros miedos, justo aquello que más nos asusta, más nos duele o más nos paraliza, es aquello que mas necesitamos reconocer y valorar, darle su sitio y ocupar nosotros el nuestro para poder avanzar. El miedo en su justa medida nos da alas, nos ayuda a caer para poder levantarnos más fortalecidos, pero cuando no queremos ver ni aceptar el miedo que sentimos, nos quedamos atrapados en nuestra resistencia al miedo, sin darnos cuenta elevamos y aumentamos el poder de asustarnos y no conseguimos atravesar la puerta ni seguir nuestro camino.

 

Cuando abrimos una puerta que nos lleva a lo desconocido o al borde de un precipicio, aparece el miedo para ayudarnos a estar atentos a las señales y a las instrucciones que tenemos que seguir para dar el salto en condiciones. La propia situación que nos genera miedo, nos da todos los recursos, nosotros sólo tenemos que confiar, para poder valorar el regalo, para poder agradecer la experiencia de superación, para poder mantener despierto el interés y el sentido de vivirlo.

 

Una vez usado el paracaídas, tenemos que soltarlo, quitárnoslo de encima con agradecimiento, lo mismo que deberíamos hacer con el miedo, una vez nos ha acompañado en el salto nos despedimos de él, o de lo contrario lo llevaremos encima como una mochila enorme y pesada, que nos agotará hasta paralizarnos y rendirnos. Una vez superado el salto y sin el miedo a cuestas, nos sentiremos libres y tranquilos con nosotros mismos, con los demás y con las situaciones que se nos presenten.  Porque entendemos que somos responsables, dueños y creadores de lo que sentimos y de lo que hacemos, con mucha más confianza para asumir las consecuencias de seguir caminando sin apegos ni resistencias. 

 

Si entendemos que el miedo y todas las emociones son válidas y necesarias, a todas le encontraríamos su función en cada momento del camino. Las emociones que nos generan serenidad, nos confirman que vamos por un camino por el que podemos ver por dónde vamos, sin necesidad de peso ni cargas. Las emociones que nos generan sufrimiento nos confirman que tenemos resistencia a sentir miedo, que vamos por el camino con el paracaídas de mochila y además paralizados o lejos de la puerta de salida, por lo cual, no está mal sentir miedo, lo que nos hace daño realmente es quedarnos en el miedo mucho más tiempo del que necesitamos porque nos olvidamos de seguir caminando, nos quedamos petrificados y corremos el riesgo de perder el sentido y el norte.

 

Mientras más tardemos en saltar, más pesado nos parecerá el paracaídas. Para soltar el peso sólo tenemos que saltar, usar el miedo a nuestro favor, lanzarnos a hacer aquello que tanto tememos y dejarnos llevar por las señales del momento para seguir las instrucciones de vuelo.

Si todos y cada uno de los adultos nos ocupáramos de nuestro miedo y dejáramos a los demás que se ocupen del suyo, todos como humanidad avanzaríamos en el aprendizaje y en los procesos inconclusos, transformaríamos los obstáculos en oportunidades y dejaríamos de acumular emociones que sólo nos llevan a hacernos daño, a hacer daño a otros o a perder la cabeza. La mirada puesta en la salida es lo que nuestro niño herido o nuestra alma perdida necesitan.

 

Usando el miedo a nuestro favor nos lanzaremos a vivir un nuevo cambio de consciencia.

You may also like

Leave a comment

Traductor »