La voz del alma

GUISELLE MIRANDA

BIOGRAFÍA

 

Nací en Colombia el 1 de octubre de 1977 y vivo en España desde el 2001.

Estudié Arquitectura en Colombia, me especialicé y dediqué profesionalmente a la gerencia de proyectos arquitectónicos durante más de 10 años en España.

Desarrollé inconscientemente una enfermedad autoinmune en el 2009 que paralizó mi intestino. Las pruebas médicas confirmaron alergia e intolerancia prácticamente a todo. Mi alimentación se convirtió en un proceso de limitanción que me acercó a la introspección como proceso de desintoxicación acelerada, para reconectar con mi verdadero sentido de la vida.

La enfermedad empezó a manifestarse cuando Alberto y yo compartimos abiertamente nuestra decisión de casarnos. En el 2010 nos casamos y sin darme cuenta empecé a esforzarme mucho más para encajar en la normalidad establecida por las creencias sociales. Mientrás más lo intentaba, más limitada vivía. Al final fueron seis años de enfermedad sin poder detener ni mejorarar los síntomas.

Hoy la enfermedad es un recuerdo de mi “despertar de consciencia”, porque pude valorar mi capacidad innata de amar incondicionalmente, incluso a aquellos que me habían hecho daño y de SENTIR la Unidad en todo, no sólo a nivel físico como normalmente veía que los demás se relacionaban conmigo.

La etapa de sentirme enferma me llevó a vivir periodos largos de silencio, quietud, soledad y ayuno, pero de la mano de la consciencia más elevada. El estado de salud y la quietud física me obligaban a alimentarme de vegetales y líquidos, el equipo espiritual me llevó a un viaje interior de 50 días de conexión con lo sagrado. Días fuera del tiempo para prepararme a morir y volver a nacer en el mismo cuerpo físico a mis 38 años.

Tuve que morir para ser consciente de mi comunicación espontánea con la Fuente y de la Unidad con la que me he relacionado con otras dimensiones desde antes de nacer en el cuerpo que hoy soy.

En abril de 2015 tuve una experiencia cercana a la muerte (ECM). Mi alma veía en la cama a mi cuerpo muerto, sentí la oscuridad (el túnel) y la luz (el final del túnel), viajé en el tiempo recordando con mayor claridad mi vida. El pasado, el presente y el futuro en un mismo instante, todo de esta y otras vidas se había alineado. Recordé el SENTIDO de lo vivido, confirmé el SENTIDO de volver a elegir y de volver a vivir. Sentí todo y nada, fuera y dentro del tiempo y el espacio.

Regresé a mi cuerpo sabiendo que volvía porque aún no había entregado mi mensaje al mundo, sabía que sanaría, no sabía cómo ni cuándo, pero lo sabía. Y así ha sido. Unos meses después de la ECM, mi intestino volvió a funcionar de manera natural, me sentía cada vez más fuerte y centrada. El dolor, las intolerancias y las alergias desaparecieron, era consciente de mi conexión conmigo misma y con todo.

Esta experiencia de muerte y renaciemiento me ayudó a entender el propósito de transecendencia detrás del sufrimiento. Empezaron a aparecer con mayor facilidad, circunstancias, información y señales que me aportaron aceleradamente más recursos y más acompañamiento en el proceso de estar viva, para poder acompañar y facilitar a otros la transcendencia de sus propios procesos desde la autoconsciencia.

La enfermedad de mi intestino me enseñó a sanar mis experiencias traumáticas, me ayudó a soltar creencias de terror a la vida y me preparó para aprender a comunicar lo que sentía sin miedo a vivir.

Entendí que había estado viviendo desde el esfuerzo, la obligación y la necesidad de ocultar lo que SENTÍA, por miedo a hacer daño a los demás, cuando en esencia había sido yo quien había vivido activamente situaciones de abuso sexual y agresión encubierta, especialmente durante mi infancia y mi adolescencia.

Nací sintiéndome Uno con todo sin ser consciente, como nos ha pasado a todos los seres humanos con relación a nuestros dones y talentos innatos, porque cuando vivimos con naturalidad nuestro brillo interior desde que nacemos, lo ignoramos si los demás y nuestro entorno no reconocen su propio brillo ni el nuestro.

Ocultar lo que sabía que sentían los demás, me había servido para protegerme, sin darme cuenta también me sirvió para poner a prueba mis habilidades de transcender la culpa, la vergüenza y el victimismo, en nuevas maneras de relacionarme, independizarme y crecer fluyendo con el propósito de la vida.

“Reconocer la verdad interior con respeto, nos permite recuperar nuestro poder de elegir y desvelar nuestro propósito de vida ”

 

 

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