Se llegó a convencer de que era malo porque no se sentía parte del sistema educativo que sus padres con la mejor intención habían elegido para él, se convenció de que era torpe porque no sacaba buenas notas, que era menos que los demás porque no se adaptaba a las normas estandarizadas, que era un fracaso porque hacia enfadar y perder dinero a sus padres, que era un inútil porque no conseguía darle gusto a los demás y que era un problema porque sus padres no sabían entender y mucho menos disfrutar su manera de ser y de ver la vida.
Ya no solo estaba desesperado por NO saber qué hacer, además estaba triste, asustado, frustrado, estaba en shock, se sentía solo en medio de mucha gente, se sentía un cero a la izquierda porque nadie veía su valía, por lo cual, se había convencido de no permitirse ser quien era, entendió que no era digno de ser amado, respetado, feliz, libre y mucho menos de conseguir hacer algo bien por él mismo y para los demás.
Aprendió a auto-sabotearse, auto-destruirse, obligándose a callar, comer entero, anularse, abandonarse, compararse, enfermar, ya no quería hacer nada porque su gran tesoro “su gran capacidad de vivir con sentido y coherencia propia” no había sido reconocido por las personas más importantes en su vida, no había sido parte activa del sistema educativo al que asistía, se había convencido de que “su vida no tenía sentido” y había encontrado soluciones temporales actuando desde la inferioridad y la superioridad, pero hacerlo tampoco le ayudaba.
La buena noticia es que nunca es tarde para que Antonio pueda reconocer su gran tesoro “su valía única de vivir con un sentido único”. Hoy puede ver que ha pagado el precio de vivir sintiéndose “excluido” por marcar la diferencia sin proponérselo, hoy está transformando su experiencia traumática en un nuevo sentido de vida para una nueva humanidad, donde predomine la “inclusión”, donde todo niño se sienta digno, reconocido y apoyado por “sus propias capacidades y limitaciones”, y no por “las expectativas y creencias de un sistema estandarizado”, donde predomine el respeto por la autenticidad y no por las comparaciones y la competitividad.
Hoy Antonio agradece el aprendizaje que había detrás de su proceso traumático, gracias a sus experiencias más difíciles ha podido desarrollar la capacidad de valorar por el mismo su mayor riqueza, su gran potencial. Un potencial único, como todos los potenciales de cada ser humano. Un potencial que solo puede disfrutar cuando es reconocido como único. Un potencial que solo puede servir para los demás cuando es válido para su propia vida.
“Gracias Antonio por abrir tu corazón y permitirme escuchar el regalo que tienes para compartir y transformar la humanidad en una nueva humanidad”
(Personaje inventado, inspirado en todos los niños, adultos, mujeres y hombres que nos hemos convencido en algún momento, de NO ser lo suficientemente válidos ni dignos en nuestro entorno inmediato por ser quienes somos).
text
text
text
text