Feliz Navidad. Feliz cierre e inicio de ciclo

Feliz Navidad. Feliz cierre e inicio de ciclo

Hoy es luna llena, solsticio de verano/invierno, navidad del sol, momento de renacimiento, de recuperar el movimiento, del reencuentro del final y del inicio.

Hoy celebramos el cierre de un ciclo y el comienzo de uno nuevo en nuestras vidas.

El ciclo que estamos cerrando está relacionado a soltar la necesidad de experimentar los extremos. Y el ciclo que estamos comenzando esta relacionado a integrar el aprendizaje de los dos extremos.

Uno de estos extremos está relacionado a sentirnos vulnerables, reprimidos, en peligro, en el lugar equivocado, obligados o agotados.

Y el otro extremo, está relacionado a sentirnos sin límites, sin la necesidad de ver las consecuencias, de confiar en los demás antes que en nosotros, con la incapacidad de valorar el orden, de permitir que nos usen por exceso de empatía, con miedo al compromiso personal para evitar la pérdida de la libertad y la valía, confundimos la invasión con afecto y nos exigimos atar el pasado y el futuro para obligarnos a vivir el presente.

Hoy es el cierre del ciclo de vivir y experimentar estos extremos porque ya han tenido su función, ya hemos aprendido de ellos que ninguno de los dos son la salida y que en ninguno de los dos nos sentimos a gusto con nosotros mismos ni con los demás como nos gustaría, porque nos llevan al bloqueo, a dejar de avanzar hacia lo que queremos, nos sentimos en un “quiero pero no puedo” y porque empezamos a generar conflicto sin la intención de hacerlo.

El nuevo ciclo que empezamos hoy está relacionado con la integración de estos extremos, porqué uniendo el aprendizaje de estos, encontramos el equilibrio interior y lo vemos reflejado en el exterior con nuestras relaciones y en nuestro entorno inmediato. Avanzamos hacia lo que queremos, hacia lo que más nos hace felices y en paz con nosotros mismos, hacia nuestra coherencia y nuestro sentido de vida, a relacionarnos con libertad, plenitud y confianza con nosotros mismos y con todo.

Hoy salimos de los extremos y entramos en el centro, como si estuviéramos en el ojo de un huracán, donde encontramos quietud, silencio y paz. Donde podemos agradecer al cielo que nos protege y a la tierra que pisamos, la que nos acoge y nos nutre. El tiempo y el espacio quedan suspendidos, nos encontramos a salvo y podemos ver con neutralidad lo que nos pasa, porque hemos elegido con libertad y plenitud nuestro sitio y nuestra experiencia. Y como ya lo hemos hecho, activamos la confianza de poder volver a hacerlo por nuestra propia elección las veces que queramos.

Hoy es el momento, hoy puedo recordar sin dolor, hoy puedo poner mi intención con confianza, libertad y plenitud en lo que más disfruto. Hoy me reconozco sin miedo a ser quien soy. Hoy sé que mi gran potencial es volver a conectar mi corazón con mi mente para reencontrarme, para volver a sentirme parte de todo, sin perder mi verdad y sin ganar la verdad de otros. Hoy reconozco y entiendo mi elección porque me permito disfrutarla

Para los que estamos cerca, en la distancia, los que vienen en camino y los que ya pasaron. Feliz Navidad.

EL SENTIDO DEL DOLOR

El sentido del dolor, nos permite elegir y honrar nuestra elección de vivir y morir.
El sentido del dolor…

El dolor nos recuerda que somos diferentes, cada uno con sus propios límites, limitaciones, capacidades y potenciales. Nos recuerda que somos igual de diferentes.

El dolor, nos ayuda a darnos cuenta si estamos usando nuestra brújula interior que nos guía para saber si seguir, parar o recalcular ruta.

El dolor es el sensor auto regulador que nos ayuda a respetar nuestra necesidad de expresarnos y de reconocer nuestras emociones todas sin excepción, porque si no lo hacemos a tiempo el volumen y la intensidad aumentan hasta que aprendamos que el dolor es nuestro aliado y no nuestro enemigo, ya sea por agotamiento o por rendición. Es un aprendizaje por el que tarde o temprano pasamos gracias al dolor.

La  creencia o costumbre de decir “no pasa nada”, “no es para tanto”, “ya se pasará”, “aguanto” o “yo he vivido momentos peores” no soluciona, no reconoce, no respeta y mucho menos nos acerca a la empatía y a la responsabilidad de encontrar la salida, al contrario nos conduce al conflicto, a la depresión, a reprimirnos, anularnos, insensibilizarnos y a negar la verdad de lo que sentimos.

Sentir viene de la raíz “sentire” que significa “ir adelante” o “tomar una dirección”, por eso la importancia y la prioridad de permitirnos sentir, alineándonos consecuentemente con lo que hacemos, pensamos y decimos, porque lo natural y humano es avanzar, estar en constante cambio y cualquier bloqueo en “el sentir” nos paraliza, enferma, enloquece, desconecta o traumatiza. Y no está mal, pero si generamos acumulación de aprendizajes pendientes de integrar, aplicar y transcender.

La creencia que nos lleva a actuar como si estuviéramos bien cuando no lo estamos, como si estuviéramos tranquilos cuando estamos cargados, o conformes cuando estamos heridos, nos lleva a acumular emociones hasta que no podamos más. La acumulación tiene que estallar en algún momento y de alguna manera, y en estos casos estalla por encima de nuestra voluntad provocándonos más dolor. Esto nos convierte en reactivos y al relacionarnos lo hacemos desde el ataque y la defensa, muy a pesar de tener capacidades infinitas de escucha, empatía y creatividad para encontrar nuevos acuerdos que nos permitan volver a sentirnos dignos y válidos.

Cuando no hemos aprendido que el dolor es una alarma que se dispara con el fin de ser atendida para volver a la calma y al equilibrio, nos vamos a los extremos.

Uno de estos extremos, es cuando estamos desconectados de nuestro dolor y del dolor de los demás, y nos convertimos en personas frías, distantes, rígidas, amargadas, indiferentes, apagadas o solitarias.

En el otro extremo, vivimos enfocados en el dolor propio o ajeno y nos convertimos en personas en constante lucha, sufridoras, agotadas, exageradas, dramáticas, depresivas o castigadoras.

En algunos casos podemos perder la confianza ante las señales del dolor, porque seguimos conectando con recuerdos traumáticos de manipulación o engaño en los que nos vimos controlados por el dolor fingido. Y es nuestra responsabilidad volver a confiar en nuestra capacidad de discernir entre el dolor auténtico y el dolor actuado.

No soy amante del dolor, pero si me apasiona entender y compartir el aprendizaje que experimentamos cuando vamos a su origen para apagar las alarmas, porque nos permite volver al centro de todo, a la calma, a la compasión por todo el camino recorrido. 

Ya sea por enfermedad, accidente, separación, guerra, locura o muerte podemos experimentar estas situaciones difíciles con “dolor acumulado” o con “dolor reconocido”, en los dos casos hablamos de situaciones difíciles y dolorosas, pero desde dos actitudes diferentes.

Desde el dolor acumulado experimentamos inconsciencia y desconexión con la vida, porque tenemos la sensación de haber sido abandonados y de haber llegado a un “final”. Desde el dolor atendido en su máxima expresión vivimos transformación y renacimiento, porque hemos activado los recursos que nos permiten sentir el dolor con entendimiento, aprendizaje, incluso con transcendencia del concepto de muerte porque experimentada con coherencia y con sentido, nos da la sensación de estar viviendo un “nuevo comienzo” en unión, en paz y armonía.

“Sentir de manera ecuánime o equilibrada” nos permite escuchar y acompañar sin juicios, sin miedo a la muerte ni a la vida, dignificar la transcendía de los procesos, recordar que no estamos solos ni separados, que nadie nos hace daño si reconocemos la causa y la consecuencia.  Sentir con la mente y pensar con el corazón nos permite elegir y honrar nuestra capacidad de sentir el dolor, y de nuestra elección de vivir y morir.

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