
Soy responsable de ser quien soy, de todo lo que atraigo, de todo lo que comparto en mi día a día, y estoy aprendiendo a asumir las consecuencias.
Tú, yo y todos en nuestro entorno hacemos y decimos lo que consideramos que es “correcto”, pero si nos enfocáramos en aquello con lo que nos sentimos realmente en paz y en equilibrio, posiblemente no tendríamos tiempo ni ganas de juzgar a nadie, de entrar a decir a los demás lo que tienen que hacer, de estar en guerra con el que no hace lo que consideramos «correcto» ni nos responsabilizaríamos de procesos ajenos porque estaríamos ocupados siendo auténticos y coherentes con nosotros mismos.
Nos hemos creído que ocuparnos y centrarnos en nosotros y en nuestras responsabilidades, es un acto egoísta y perverso, cuando realmente es un acto de libertad, amor y confianza, pues ocuparnos de nuestras necesidades y prioridades emocionales principalmente, nos acerca a hacer y decir aquello que sólo nosotros sabemos, a ser quien realmente somos, a armonizar nuestro tiempo, nuestro espacio y nuestras relaciones, a reconocer nuestras capacidades, a despertar la creatividad de probarlo todo hasta encontrar la manera y el momento en que nos podemos sentir más a gusto en nuestro día a día.
La responsabilidad emocional, no nos aleja ni nos separa de los demás, no nos pone en contra de nada ni de nadie, no nos sobrecarga ni nos desgasta, todo lo contrario, nos une, nos acerca independientemente de la distancia, de las formas, las creencias, las costumbres y las diferencias. Porque ocuparnos de nuestra felicidad y paz interior nos conduce a una vida con sentido propio, nos desarrolla empatía primero con nosotros mismos y seguidamente empatía con los demás, nos enseña a ocupar y respetar nuestro sitio y nuestros límites, y seguidamente a respetar los de los demás, a tener claridad mental, a tomar decisiones a nuestro favor y a favor de todas las partes, a encontrar soluciones antes que pedirlas o exigirlas, a permitirnos crear en nuestra mente el futuro que nos hace ser felices en el presente y nos hace estar en paz con nuestro pasado.
No me creas, compruébalo por ti mismo. Ponlo en práctica y experimenta el cambio con coherencia, el movimiento hacia dentro de ti mismo, la armonía entre lo que haces, dices y sientes. Ama con la libertad de ser quien eres, igual de único y diferente como todo ser humano, sin esperar nada a cambio ni a la espera de resultados. Y no porque te conformes o no te motive mejorar cada día, sino porque vives, das y recibes desde la plenitud de hacer lo máximo que puedes en cada momento, de sentirte pleno haciendo lo que haces y de expresar lo que te refleja o te identifica, porque lo tienes dentro y también lo puedes ver en el interior de todo lo que te rodea.
Ser responsable de lo que siento, de lo que atraigo y de lo que comparto en mi día a día, es un regalo que se llama «presente».