ELIJO CAMINAR MIS MIEDOS Y VOLAR RECONOCIÉNDOLOS

ELIJO CAMINAR MIS MIEDOS Y VOLAR RECONOCIÉNDOLOS

Honro las diferencias que nos unen y al mismo tiempo las que nos separan porque somos únicos, porque nos enseñan a empatizar y nos ayudan a construir el puente entre la mente y el corazón. El miedo reconocido nos conecta a la coherencia y a la consciencia individual y colectiva por eso elijo caminar mis miedos y volar reconociéndolos.

Cuando genuinamente soy feliz de compartir y entregarme desde lo que soy, estoy aprendiendo a “dar” con empatía equilibrada porque mi felicidad de dar no depende de quien recibe ni de cómo lo recibe sino del simple hecho de dar con sentido propio. Sin pena, lucha, ansiedad ni obligación.

Cuando genuinamente soy feliz de aprobar y abrirme desde lo que soy, estoy aprendiendo a “recibir” con empatía equilibrada porque mi felicidad no es complacer a quien me da sino aceptar con sentido y dignidad lo que recibo. Sin deuda, amenaza, mentira ni exigencia.

Empatía desde el equilibrio porque hay libertad y coherencia al dar y al recibir. Y desde dicha coherencia aprendo a empatizar conmigo y con los demás.

Aprendemos a empatizar o a insensibilizarnos desde que nacemos dependiendo de lo que se potencie en nuestro interior: “fortalezas” o “debilidades”. Si las relaciones, los límites y las condiciones nos ayudan a valorar nuestras fortalezas desarrollaremos empatía equilibrada. Y en el caso contrario, de dar más valor a nuestras debilidades desarrollaremos carencias o excesos que nos llevarán a desconectar con lo que sentimos y/o con lo que sienten los demás, justificándolo con indiferencia o dándole prioridad a lo que subjetivamente es “correcto” o “incorrecto”, poniendo en juego la valía, la dignidad y la sensibilidad en nuestras relaciones.

Cuando NO EMPATIZAMOS CON NOSOTROS MISMOS es porque en algún momento hemos aprendimos que era bueno o placentero “dar” y malo o doloroso “recibir”. Y cuando NO EMPATIZAMOS CON LOS DEMÁS es porque en algún momento hemos aprendimos que era bueno o placentero “recibir” y malo o doloroso “dar”. También existe la posibilidad de DESCONECTARNOS DE EMPATIZAR CON NOSOTROS Y CON LOS DEMÁS porque en algún momento aprendimos que era malo o doloroso tanto “dar” como “recibir” porque no fuimos escuchados, valorados o respetados en ninguna de las dos acciones.

La buena noticia es que el ser humano tiene todos los recursos en su interior para conectar consigo mismo, con los demás y con su entorno, dependerá de lo conectados o desconectados que estén su mente, con su corazón y su cuerpo. Para sanar el corto circuito que nos vuelva a conectar con la coherencia y la consciencia, no servirá de nada la obediencia, los premios ni los castigos porque solo la frecuencia del amor activará el amor propio, la confianza interior y la confianza en la vida.

Por eso mi manera de sentir, así como la tuya y la de cada ser humano son un reflejo de lo conectados que estamos y no de lo obedientes que somos. Pretender corregir o juzgar lo que sentimos o lo que sienten los demás nos aleja de la coherencia a todos. Ante alguien que siente miedo o frío (aplica para cualquier sentir) no tiene coherencia juzgarle o corregirle porque eso no hace desaparecer su sentir, al contrario, al negarlo o resistirnos a su existencia, reforzamos más su sentir porque estamos potenciando su debilidad y no su fortaleza, por nuestra parte estamos alimentando una lucha perdida por la falta de aceptación, entendimiento, empatía y solución con coherencia para todas las partes implicadas.

Todos nos conectamos desde una “frecuencia emocional” que nos lleva a sentirnos peor o mejor, más coherentes o menos coherentes, dependerá de lo conectados que estemos con nosotros mismos. No de lo inteligentes que somos, de la edad que tenemos ni de lo que otros nos quieren enseñar.

ME QUIERO, NO ME QUIERO

Me permito reconocer cuando me quiero y cunado no me quiero
Me quiero, No me quiero…
Cuando confío en mi antes que en los demás, me quiero.
Cuando hago mía la responsabilidad de los demás, no me quiero.
Cuando mi felicidad nace de mi claridad mental y el respeto propio, me quiero.
Cuando me esfuerzo por agradar a los demás, no me quiero.
Cuando digo lo que siento por mi bien y el bien de todos, aunque no guste, me quiero.
Cuando alimento apariencias, obligaciones y deudas, no me quiero.
Cuando me permito decir NO a la manera de vivir que me quita energía y decir SI a la manera de vivir que me renueva o aporta, me quiero.
Cuando retengo emociones, deseos y sueños, no me quiero.
Cuando me importa y atiendo lo que siento, me quiero.
Cuando me obligo a continuar por encima de mis límites, no me quiero.
Cuando me permito parar el tiempo que haga falta, hasta encontrar mi propio sentido, me quiero.
Cuando permito que otros me anulen, me obliguen o sean indiferentes conmigo, no me quiero.
Cuando confío en mi elección y en mi capacidad de aprender cada vez que lo hago, me quiero.
«Me permito reconocer cuando me quiero y cuando no me quiero»

BENDITOS ACUERDOS Y BENDITOS DESACUERDOS

Benditos Acuerdos y Benditos Desacuerdos

He aprendido que los “verdaderos acuerdos”, son viables con quienes encuentro soluciones donde todas las partes ganamos, donde todos nos sentimos respetados y coherentes. Y además coincidimos en enfocarnos y agradecer los resultados que alimentan la honestidad y el progreso al compartir una situación o un espacio. En estos casos, nadie queda en deuda ni en ventaja, nadie pierde ni hay un único responsable. No hay espacio para retener enfado, miedo a hablar ni resentimiento porque hay tal claridad y confianza que en el momento en que surge un imprevisto o aparente “problema”, los intereses son los mismos y todas las partes nos implicamos al máximo por encontrar nuevas soluciones que mantengan la relación en una actitud de gana/gana.

En los casos en que he hecho todo lo posible y no ha sido viable llegar a un verdadero acuerdo con alguien, porque alguna de las partes pierde o sencillamente no puede disfrutarlo, he aprendido a aceptar y respetar sólo en estos casos “los desacuerdos”. Y aunque el propósito es el mismo, que «todas las partes consigamos sentirnos respetados y coherentes” esta vez la gran diferencia es que tengo la certeza de NO compartir una situación o espacio, principalmente porque alguna de las partes pierde y no hay interés en común por encontrar una nueva solución, en estos casos el desacuerdo se convierte en la mejor opción para que todas las partes, mantengan o recuperen su responsabilidad, su dignidad y su estabilidad sin dependencia, sin exigencias, sin deuda, sin obligaciones, sin mentira y sin engaños.

Aprender a respetar los desacuerdos me ha enseñado a recuperar mi sitio y mi paz interior, sin la aprobación ni el reconocimiento de nadie. Cuando NO es viable llegar a un verdadero acuerdo de gana/gana con alguien, el verdadero acuerdo es conmigo misma, porque la sensación de ganancia y confianza sólo la obtengo cuando soy coherente al hacer lo que realmente tiene sentido para mí, no me obligo a enfocarme o dar prioridad a lo que quieren los demás, y tampoco obligo ni juzgo a los demás por tener prioridades diferentes a las mías.

«Son tan necesarios y sanadores los acuerdos como los desacuerdos porque son dos caminos diferentes, pero los dos nos pueden llevar al mismo sitio: al respeto, la confianza y la paz interior. Son dos opciones que podemos usar para facilitar el conflicto y evitar que se estanque, cuando la prioridad es encontrar el equilibrio entre puntos de vista totalmente diferentes»

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