ANTE LA DIFICULTAD, LA SALIDA ES HACIA DENTRO

ANTE LA DIFICULTAD, LA SALIDA ES HACIA DENTRO. Kinesiologia en Altea. Quiromasaje, Bioingeniería cuántica, masaje metamórfico. Alicante
ANTE LA DIFICULTAD, LA SALIDA ES HACIA DENTRO. Por lo general lo etiquetamos todo: malos y buenos, víctimas y agresores, débiles y fuertes. Creemos que rechazando lo que no nos gusta o lo que nos duele, lo solucionamos, pero realmente sólo nos sirve para compararnos, para sentirnos mejores o peores que los demás, para dar pasos en el mismo lugar, para guardar resentimiento o ambición y en el peor de los casos, para paralizarnos, rendirnos y soltar a otros toda la responsabilidad de lo que nos pasa. Pero en el fondo, todos queremos encontrar la salida y seguir avanzando, hacer lo que realmente queremos, encontrar respuestas y el sentido de estar vivos.

¿Por qué existen las situaciones difíciles y dolorosas?, ¿para qué?, ¿podemos salir bien librados de ellas? Si podemos, la dificultad o los “problemas” nos dan a elegir dos puertas.  Una de las puertas es muy grande y cómoda, es la que nos lleva a conocer el sufrimiento en cualquiera o en todas las facetas, una vez la atravesamos, nos envenenamos y envenenamos a otros y sin ni siquiera darnos cuenta. La otra puerta, es muy pequeña y estrecha, es la que nos lleva al aprendizaje, donde nos encontramos con nosotros mismos y entendemos el sentido que tiene la dificultad en nuestra vida.

Las dos puertas son válidas porque las dos nos permiten avanzar, de maneras diferentes, pero igualmente importantes. Si elegimos la puerta grande caminaremos hacia fuera, a nuestras anchas y posiblemente acompañados, sumando dolor, desarrollando capacidades para defendernos, luchar, rechazar y poner resistencia, enfocados en lo que el otro o los demás tienen que hacer, dejar de hacer o cambiar, preparados para la siguiente experiencia en la misma línea, acostumbrados a que la situación se repita una y otra vez en diferentes medidas y relaciones, nos sentimos cada vez más desconfiados, hechos a justificar juicios, quejas, amenazas y críticas. Si elegimos la puerta pequeña caminaremos hacia dentro, hacia el entendimiento de nosotros mismos, enfocados en ver la herida que tenemos dentro, en lo más profundo, algo que sigue roto o pendiente de limpiar, desarrollando la capacidad de volver a unir e integrar, con la certeza de que al cerrar los temas abiertos en nuestro interior, no volveremos a pasar por lo mismo, porque al bucear dentro y cerrar ciclos, fortalecemos nuestras bases, avivamos nuestras raíces para seguir creciendo a nivel personal y sin ni siquiera darnos cuenta, también crecemos a nivel familiar y social, la sensación al cruzar esta puerta es de agradecimiento y paz interior, porque entendemos el origen de nuestro dolor, y eso nos ayuda a seguir avanzando hacia donde queremos ir, nos permite ver hacia fuera con neutralidad a pesar de que el exterior aparentemente siga siendo el mismo o vaya a peor.

Es humano elegir primero la puerta grande porque es la que nos llevará por cansancio a elegir la puerta pequeña, la definitiva. La puerta grande es EL CAMINO y la puerta pequeña es LA SALIDA.

En la puerta grande las emociones nos superan y en la puerta pequeña las emociones son nuestros guías. Esto explica porque llega un momento en nuestras vidas en donde la dificultad, no deja de existir, pero si deja de ser un camino para convertirse en una salida. Es humano sentir todo tipo de emociones, el problema es perdernos en ellas y dejar de avanzar.

Avanzar es usar la salida, es ir hacia dentro, es volver al origen, al equilibrio, es permitirnos hacer lo que queremos, lo que más nos gusta, sin presionar ni despreciar a los demás porque están eligiendo sus propios caminos y salidas.

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USANDO EL MIEDO A NUESTRO FAVOR

Para soltar el peso sólo tenemos que saltar, usando el miedo a nuestro favor y lanzarnos a un nuevo cambio de consciencia.

Cuando los adultos aún no sabemos gestionar nuestras emociones y además hacemos responsables o culpables a los demás, por lo que sentimos o por lo que nos pasa, es una señal, de que nuestro niño interior o nuestra alma, como lo quieras llamar, tiene miedo, mucho miedo, y se ha convencido de no poder hacer nada al respecto. Pero si podemos, de hecho, es que no tenemos por qué seguir siendo niños eternos ni almas atrapadas en el miedo el resto de nuestras vidas. Existe una salida y se llama “Consciencia”. Si tomamos consciencia de nuestro miedo, se abre automáticamente la puerta que nos deja salir del bloqueo, ese exceso de miedo que nos impide avanzar, ese que no nos permite continuar con el proceso de crecer, y de aprender que tanto la felicidad como la ausencia de ella, no dependen de nadie y mucho menos de quienes amamos, de quienes nos han hecho daño o de lo que hacemos y tenemos. Nuestro crecimiento y nuestra felicidad sólo dependen de nosotros mismos, de volver a activar la capacidad que tenemos de seguir avanzando. Experimentar, Integrar, Aprender, ¡Evolucionar usando el miedo a nuestro favor!

 

Si la vida tuviera muchos caminos y cada camino empezara con una puerta. El miedo sería un paracaídas envuelto en una caja y en papel de regalo al lado de aquellas puertas que nos llevan a caminos muy intensos, similares a una caída o a un salto al vacío. La vida nos reserva un paracaídas exclusivamente para nosotros porque esas puertas específicamente lo requieren. Cuando el paracaídas hace parte del camino, necesitamos aprender a usarlo para poder superar la caída y seguir caminando, incluso más maduros y fortalecidos que antes. Pero mientras no entendamos esto, no actuaremos con confianza ni agradecimiento, todo lo contrario, cada vez que tengamos que abrir una puerta y no veamos el paracaídas con respeto y agradecimiento, viviremos otro tipo de caída, una que no nos deja ver lo bajo que caemos, actuando desde el desprecio, la ignorancia, la infravaloración o el sufrimiento en cualquiera de sus presentaciones como consecuencia, de no dar el paso, de darlo en otra dirección o de darlo sin recursos para superarlo. Y ante esta experiencia se crea una herida o trauma, nos convencemos de que el regalo no es útil, al contrario, aprendemos a verlo como una amenaza o una alarma que nos recuerda y nos hace re-experimentar una pérdida.

 

Así de contradictorio son nuestros miedos, justo aquello que más nos asusta, más nos duele o más nos paraliza, es aquello que mas necesitamos reconocer y valorar, darle su sitio y ocupar nosotros el nuestro para poder avanzar. El miedo en su justa medida nos da alas, nos ayuda a caer para poder levantarnos más fortalecidos, pero cuando no queremos ver ni aceptar el miedo que sentimos, nos quedamos atrapados en nuestra resistencia al miedo, sin darnos cuenta elevamos y aumentamos el poder de asustarnos y no conseguimos atravesar la puerta ni seguir nuestro camino.

 

Cuando abrimos una puerta que nos lleva a lo desconocido o al borde de un precipicio, aparece el miedo para ayudarnos a estar atentos a las señales y a las instrucciones que tenemos que seguir para dar el salto en condiciones. La propia situación que nos genera miedo, nos da todos los recursos, nosotros sólo tenemos que confiar, para poder valorar el regalo, para poder agradecer la experiencia de superación, para poder mantener despierto el interés y el sentido de vivirlo.

 

Una vez usado el paracaídas, tenemos que soltarlo, quitárnoslo de encima con agradecimiento, lo mismo que deberíamos hacer con el miedo, una vez nos ha acompañado en el salto nos despedimos de él, o de lo contrario lo llevaremos encima como una mochila enorme y pesada, que nos agotará hasta paralizarnos y rendirnos. Una vez superado el salto y sin el miedo a cuestas, nos sentiremos libres y tranquilos con nosotros mismos, con los demás y con las situaciones que se nos presenten.  Porque entendemos que somos responsables, dueños y creadores de lo que sentimos y de lo que hacemos, con mucha más confianza para asumir las consecuencias de seguir caminando sin apegos ni resistencias. 

 

Si entendemos que el miedo y todas las emociones son válidas y necesarias, a todas le encontraríamos su función en cada momento del camino. Las emociones que nos generan serenidad, nos confirman que vamos por un camino por el que podemos ver por dónde vamos, sin necesidad de peso ni cargas. Las emociones que nos generan sufrimiento nos confirman que tenemos resistencia a sentir miedo, que vamos por el camino con el paracaídas de mochila y además paralizados o lejos de la puerta de salida, por lo cual, no está mal sentir miedo, lo que nos hace daño realmente es quedarnos en el miedo mucho más tiempo del que necesitamos porque nos olvidamos de seguir caminando, nos quedamos petrificados y corremos el riesgo de perder el sentido y el norte.

 

Mientras más tardemos en saltar, más pesado nos parecerá el paracaídas. Para soltar el peso sólo tenemos que saltar, usar el miedo a nuestro favor, lanzarnos a hacer aquello que tanto tememos y dejarnos llevar por las señales del momento para seguir las instrucciones de vuelo.

Si todos y cada uno de los adultos nos ocupáramos de nuestro miedo y dejáramos a los demás que se ocupen del suyo, todos como humanidad avanzaríamos en el aprendizaje y en los procesos inconclusos, transformaríamos los obstáculos en oportunidades y dejaríamos de acumular emociones que sólo nos llevan a hacernos daño, a hacer daño a otros o a perder la cabeza. La mirada puesta en la salida es lo que nuestro niño herido o nuestra alma perdida necesitan.

 

Usando el miedo a nuestro favor nos lanzaremos a vivir un nuevo cambio de consciencia.

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