UNA MIRADA A NUESTRA AUTOESTIMA

 podemos confundir autoestima con autolesión, porque ser positivo, trabajador, luchador, perseverante, disciplinado o educado no nos asegura ser una persona consciente… Y desde la inconsciencia podemos dar por hecho muchas cosas, podemos hacernos daños y hacer daño a otros y a veces sin ni siquiera darnos cuenta.
Una mirada a nuestra autoestima

A veces es más fácil sospechar que necesitamos fortalecer nuestra autoestima cuando nos sentimos deprimidos, amargados, avergonzados, mal en algún sentido o menos que otras personas, pero cuando nos sentimos bien, incluso mejor que alguien o más que alguien, podemos confundir autoestima con autolesión, porque ser positivo, trabajador, luchador, perseverante, disciplinado o educado no nos asegura ser una persona consciente… Y desde la inconsciencia podemos dar por hecho muchas cosas, podemos hacernos daños y hacer daño a otros y a veces sin ni siquiera darnos cuenta.

Cuando nos sentimos débiles, vulnerables, limitados o perdidos es más fácil pedir ayuda o incluso recibirla sin pedirla, porque quien nos vea agonizando o en riesgo, nos auxiliará. Pero cuando físicamente somos fuertes, activos y sanos, no nos permitimos parar y mucho menos pedir ayuda ni dejarnos ayudar. Salvar, ayudar y ocuparnos de otros, en ocasiones es una compensación de nuestro dolor y de nuestro desorden interno. Por eso cuando toquemos fondo en algún sentido y nos parezca injusto, cabe aceptar el dolor que sentimos, parar y pedir ayuda porque no es un castigo, no es mala suerte, no es culpa de nadie. Sencillamente, son consecuencias de una autoestima herida, que necesita primeros auxilios.

De hecho, si el camino de la inconsciencia que estamos andando, nos lleva a la lucha donde unos son los malos y otro son los buenos; o nos lleva a la lástima donde unos son los débiles y otros son los fuertes; o nos lleva a ayudar a los demás donde dejamos de respetar nuestros límites para respetar los límites de otros, son señales que nos confirman que nos estamos alejando sin darnos cuenta, de nuestro equilibrio y de nuestra coherencia.

¿Qué está pasando con nuestra autoestima cuando vivimos al límite continuamente, sin tiempo, sin descanso, sin serenidad, sin orden, con la sensación de estar solos, en el aire, sin sentido, en un mundo malo, sin saber que queremos ni que sentimos, sin salida ante la maldad o el sufrimiento? Cuando vivimos en cualquiera de los dos extremos, tanto del control como de la falta de control, es cuando más posibilidades tenemos de sentirnos mejores o peores personas, y cualquiera de las dos posiciones son indicadores de una autoestima fuera de su centro.

En nuestra sociedad actual, es fácil creer que tenemos nuestra autoestima en su sitio, que tenemos razón y los demás no tienen ni idea de lo que es correcto, es muy común criticar, culpar o defendernos, y partiendo de esa distorsión no podemos hacer nada al respecto, pero la vida nos ayuda a darnos cuenta, enviándonos señales continuamente para hacer cambios o parar, y en el caso de no verlas, la intensidad y el volumen van subiendo el grado de dolor, de dificultad y sufrimiento en lo que vivimos en el día a día. Con el fin de sentirnos obligados a recalcular ruta, a reconocer donde estamos, quienes somos, hacer cambios que nos acerquen nuevamente a nuestra coherencia y a recuperar el sentido de vivir. La salida de este camino que parece ciego o ajeno a nosotros, está en nuestro interior, allí guardamos una herida abierta pendiente de sanar, temas pendientes que entender, que están pidiendo a gritos atención, cada vez que nos moleste o nos duela algo que otra persona hace o deja de hacer, es reflejo de nuestra herida que nos está diciendo “aquí estoy, soy la herida de tu alma la que te duele, no es la injusticia o el problema de fuera lo que tanto te molesta y te frustra”.

La seguridad y la fuerza que ponemos en el día a día y en las relaciones con los demás, nos pueden despistar, nos pueden hacer creer que tenemos todo bajo control y que el control es sinónimo de coherencia, pero pretender que unos ganen y otros pierdan es reflejo de la separación que alimentamos entre unos y otros. No nos damos cuenta que el esfuerzo nos aleja de la confianza, que la lucha nos aleja de la serenidad, que la razón nos aleja de la introspección, que la indiferencia nos aleja de la empatía, que la rigidez nos aleja de la tolerancia, y que toda esta tensión, debilita nuestra valía, pone en riesgo nuestra autoestima, no necesariamente en todos los aspectos, pero si en alguna dirección y en alguna medida.

Las heridas del alma no sangran, pero duelen y se infectan si no las atendemos, huelen mal y asustan, pero cuando las ignoramos no podemos hacer nada por nosotros mismos ni nos dejamos ayudar por nadie, preferimos continuar en modo queja, antes que aceptar que necesitamos volver a actuar con coherencia con nosotros mismos. Cualquier obsesión, adicción, actividad o reacción desproporcionada y repetitiva, será un síntoma evidente y una confirmación de lo mucho que necesitamos despertar de nuestra inconsciencia.

Todos queremos sanar nuestras heridas, pero a veces ante las más profundas y las más importantes, nos convencemos que somos incapaces de hacer algo al respecto, y preferimos mirar hacia fuera, sufrir y despreciar a quienes nos hacen recordar (sin darse cuenta) que estamos heridos, que seguimos sufriendo, y si la situación se repite continuamente, precisamente es para dejar de hacer lo mismo y que empecemos hacer cambios desde la responsabilidad de encontrar soluciones donde todos ganemos. Igual que pasa en el caso de las heridas físicas, cambiamos las formas y los medios para evitar volver a caer, y en situaciones graves, solo una ambulancia, una cirugía o la labor de muchos, puede ayudarnos, precisamente porque tenemos que volver a encontrarnos con nosotros mismos y con los demás.

BUCEANDO EN MI INTERIOR Auto-observación o Auto-sabotaje

BUCEANDO EN MI INTERIOR humano Auto-observación o Auto-sabotaje
BUCEANDO EN MI INTERIOR: Auto-observación o Auto-sabotaje

Quiero seguir compartiendo mis experiencias, las que me han servido para conocerme y ser coherente conmigo misma, pero ¿qué es coherencia?… ¿Soy coherente?… Por el momento tengo la certeza y el fruto de ser coherente cuando soy fiel a mí misma, cuando tengo alineado mi pensar, con mi sentir y mi hacer, cuando estoy en el presente, cuando no cabe pasado, futuro, deseo ni miedo, solo la certeza de estar viviendo al máximo cada instante. No tiene nada que ver si tengo más o menos razón, si soy más o menos inteligente, capaz, exitosa, buena o mala. No tiene que ver si soy agradable o desagradable, si me gusta o no lo que hago, si es correcto o no lo que decido, si me entienden o no, si cometo “errores” o no… Pero si tiene que ver, con mi capacidad de re-conocerme, valorarme y aceptar mi punto de partida, mis referencias, mi propósito, el sentido que tiene para mí el momento y la situación, la seguridad en mí misma, la paz interior y la confianza en la vida, son indicadores de que estoy siendo coherente, independientemente de lo placentera o dolorosa que sea la situación.

Puedo reconocer que soy vibración, energía y materia. Tres formas en una me representan como ser humano. Dos de ellas: mis pensamientos y mis emociones son intangibles, pero tan importantes y reales como mi cuerpo físico. Una obra maestra, una criatura divina con la capacidad de olvidar quien es, para experimentar lo que no es, y volver al origen, a lo esencial.

Además de huesos, músculos, órganos, pelo y piel, el ser humano es un canal con la capacidad de conectarse y sintonizar, dependiendo de la frecuencia de su alimento a nivel físico, mental y emocional, conectará con quien se reconozca en algún sentido, con quien necesite intercambiar información para transcender, o con quien comparta la misma calidad frecuencial. El ser humano está hecho de la tecnología más avanzada, aunque no sea consciente de ello o no lo crea.

Cuando hago uso de mis capacidades como ser humano, DECIDO POR MI MISMA: pienso, actúo y me siento responsable de lo que vivo, sin importar el resultado, asumo consecuencias, estoy atenta buscando la mejor salida según cada situación, vivo en paz, con la certeza de estar haciendo lo máximo en cada momento, con la sensación de ser respetable y con la capacidad de respetar todo lo que sea diferente a mí,  sean como sean, me siento con la capacidad de probar lo que sea necesario hasta encontrar la opción más asertiva para todas las partes, con la capacidad de ver el potencial, los dones y talentos en mí y en los demás, de compartirlos y permitir que los demás también lo hagan, cada uno a su ritmo, en su forma y en su momento, fluyo y me adapto a los cambios, a los imprevistos, porque me motiva la sed de encontrar el equilibrio y la ecuanimidad. Me siento con la capacidad de verme en un espejo y contemplar mis luces y mis sombras, con la claridad suficiente para salir del plano personal y ver con neutralidad las reacciones de amabilidad de los demás ante lo que les gusta les asustan.

Cuando no hago uso de mis capacidades, DECIDO POR OBLIGACIÓN O POR COSTUMBRE: pienso, actúo y me siento víctima o verdugo, actúo con culpabilidad o culpo a los demás de mí desdicha, juzgo o me siento juzgada, vivo en constante lucha, con esfuerzo, con miedo, con la sensación de ser mejor o peor que los demás, incapaz de respetar todo aquello que sea diferente a mí, me siento en la posición de defenderme o de defender a los demás, de ganar o de perder, con el derecho de decir a los demás lo que tienen que hacer o de cómo hacerlo. Y mientras lo hago, vivo convencida de estar en lo “correcto”. Vivo con una visión ambivalente de la vida porque pienso una cosa, siento otra, quiero otra y hago otra. Mi mente, mis emociones y mi cuerpo tienen cada uno su propio enfoque, y eso me da la sensación de estar desorientada, cargada o agotada, perdiendo el tiempo, y cualquier extra, cambio o imprevisto me termina de hundir, o de amplificar con mayor claridad el bloqueo o el circulo vicioso en el que me encuentro. En estos casos no es agradable verme en el espejo ni es agradable ver a otros porque la inconsciencia no me permite ser neutral, solo puedo ser reflejo o proyección de las reacciones de los demás, sólo puedo alimentar el cansancio, la frustración y el conflicto conmigo misma y con los demás.

¿Auto- sabotaje o auto-observación?…Auto-sabotaje, es ver mi realidad y defenderla o quejarme de ella, es estar en una posición con perspectiva limitada y no darme cuenta de ello, porque me hace pensar que tengo la razón por encima de todo, no me permite empatizar con quienes son diferentes, no me permite sentirme respetada por miedo a no agradar, a ser rechazada, a estar en peligro, o a ser lastimada, me impulsa a usar la fuerza, la huida, la amenaza, la indiferencia, la resistencia, la lastima, la repetición, la lucha, la separación, el premio, el castigo o la exclusión. En este estado, no me gusta lo que hago, lo que soy o lo que siento, y a pesar de lo desagradable que es, es un estado muy común y frecuente en nuestra sociedad actual. Auto-observación, es cuando veo mi realidad desde fuera de mi, desde un punto fuera de lo personal, sin preferencias, sin juicios, sin ponerlo en la balanza del bien y el mal, sin perder la empatía por quienes me rodean, sin perder el propósito de un avance individual y colectivo, puedo ver y entender desde la apertura, la certeza y la tolerancia, encuentro el sentido en cada momento y en cada situación, me permito expresarme y permito que otros se expresen, puedo integrar diferentes perspectivas, aprender a transcender la “dificultad” en “aprendizaje”, acepto quien soy y me reconozco en lo que siento hago, vivo con infinidad y abundancia la sencillez y la naturaleza del ser humano.

Tengo la certeza de que todos los seres humanos tenemos la capacidad de auto-observarnos y conectar con nuestra consciencia, y para desarrollarla, muy frecuentemente elegimos inconscientemente el auto-sabotaje. Porque todo sirve, todo tiene sentido, todo es un proceso en el camino de la Vida.

LA AVENTURA DE APRENDER A VIVIR

Sanati salud y conciencia. La aventura de aprender a vivir

La aventura de aprender a vivir

La aventura de aprender a vivir.

El sufrimiento llega a nuestra vida cuando necesitamos APRENDER a dejar de ir en contra corriente, cuando nos resistimos al cambio, cuando no podemos entender lo que nos quiere regalar la Vida.

La felicidad llega a nuestra vida cuando ATENDEMOS las señales que nos da la Vida, cuando vamos a favor de la corriente.

Y La Paz interior llega a nuestra vida cuando RECORDAMOS que todos somos la Vida, que todo hace parte de un plan sagrado, que no hace falta nadar a favor ni en contra corriente porque somos la corriente que fluye. Cuando CONFIAMOS y vivimos con consciencia y responsabilidad todo lo bueno o malo, cada instante, el presente.

 

Y todo es necesario: aprender, atender y volver a recordar quienes somos, todo sirve, todo llega y todo pasa. Necesitamos aprender a vernos en todo y en todos, para liberarnos del rechazo, la ignorancia, la lucha, el apego, y dar espacio al agradecimiento y a la compasión por nosotros mismos y por los demás.

 

Traductor »