Carta de un bebé

 

Mi consciencia es tan real y completa como la tuya
pero mi cuerpo es inmaduro y pequeño.
Te veo aunque tú no me veas.
Veo tu cuerpo, tu alma y tu espíritu. Pero tú solo ves mi cuerpo.

Estoy en tus manos y de ti depende lo que hagas conmigo.
Hagas lo que hagas no lo evitaré, solo seré un espectador.
Por el momento sé quién soy y sé quién eres, somos Vida.
La Vida es amor, perfección y liberad.
La Vida lo es todo y al mismo tiempo no impone nada.

En cuanto experimente el dolor y el miedo, olvidare quienes somos,
empezaré a creer que soy mis experiencias, así como tú
que crees que eres tus propias experiencias
y lo que te han contado que eres.

Si atiendes mis necesidades me creeré merecedor y valido
si no lo haces creeré que no soy digno de ser atendido.
Si me golpeas, me impones, me obligas o me castigas
creeré que soy un error y que debo ser lo que los demás quieren,
creeré  que debo ser sumiso y callar para evitar el dolor
aprenderé a ser como tú como referencia y aprenderé a defenderme.

Si me tratas con lastima, inseguridad o miedo
creeré que soy débil, vulnerable, incapaz y actuaré como
una víctima a la espera de que alguien me ayude.

Si me tratas con rigidez, autoridad y frialdad creeré
que lo que hago, lo hago mal siempre
que debo buscar la aprobación o el permiso de los
demás para moverme o tomar decisiones.

Si me das todo lo que quiero o me permites todo,
sin dejarme ver las consecuencias de lo que hago
me creeré dueño de todo, sin responsabilidades,
sin motivación para compartir y con la falsa sensación
de ser mejor que los demás.

Si me lo haces todo, tomas decisiones por mí y
no me das la opción de elegir nunca, creeré que para agradarte
y respetarte no debo hacer ni decir nada por mí mismo.
Y en cuanto me vea obligado a hacer algo yo sólo,
creeré que la vida no tiene sentido.

Asegúrate de entender lo que quiero y lo que quieres,
permítete darme todo lo que nos haga sentir a gusto.
Asegúrate que el ambiente y el espacio en el que nos movamos
sea seguro y cómodo para ti y para mí, así estarás tranquil@
y yo me sentiré válido, libre y seguro.

“Porque lo digo yo…”

 

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Soy libre de elegir lo que decido vivir, pero… ¿Soy libre o responsable de lo que los demás decidan vivir?.

Todos al igual que yo somos libres, niños o adultos, hombres o mujeres, conocidos o desconocidos…

Soy libre pero serlo no implica invadir la libertad de los demás…

Somos libres pero no estamos solos, no estamos desconectados unos de otros, ni de lo que nos rodea porque todos formamos la libertad.

Somos libres y esto incluye responsabilidad para asumir o experimentar lo que elegimos.

La vida es libertad y al mismo tiempo lo incluye todo. Somos el todo como la unidad formada por múltiples partes. Qué sentido tiene la justificación de: “Porque lo digo yo”… ¿A quién quiero convencer o engañar?

No me entiendes…

 

Detrás de esta frase o reclamo, existe un grito de auxilio por la falta de entendimiento con nosotros mismos.

Baja autoestima porque no nos conocemos, porque hemos olvidado quienes somos realmente, porque hemos perdido el enfoque y el sentido de la vida.

Después de mucho tiempo aprendiendo a agradar a otros y a obedecer a los demás, nos hemos convencidos de no tener suficientes motivos para vivir como seres auténticos. Nos hemos acostumbrados a buscar pruebas, a discutir, a gastar nuestra energía en convencer o cambiar a los demás, a defendernos, a rechazar, a quejarnos y a criticar…

Hasta que nos llega el momento de darnos cuenta!, que la respuesta ha estado al alcance de nuestra mano, siempre. Sólo es necesario reconocernos, aceptar y creer en nuestras propias capacidades, empezar a dar valor a lo que realmente nos importa:

«Aceptar nuestro sentir” sin la necesidad de que nos crean, sin necesidad de que los demás vean o entiendan porque es más que suficiente que nosotros mismos nos entendamos, nos respetemos y seamos compasivos con nosotros mismos y con aquellos que no pueden sentir, ver o entender lo mismo que nosotros, en el mismo momento.

Me permito

Me permito desaprender lo aprendido
Decir que no existen los errores, las casualidades ni la suerte
Que incluso las limitaciones, los imprevistos y el conflicto están en perfecto orden.
Me permito reconocer mis debilidades y mis capacidades
Reconocer que no soy mejor ni peor que nadie
Respetar mis límites y a mí misma, porque quiero respetar a los demás.

Me permito decir «SI» asumiendo las consecuencias y decir «NO» sin sentirme culpable.
Me permito ser la única responsable de mi felicidad y de mi paz interior
Ver la abundancia que cubre en todo momento mis necesidades básicas

Me permito abrazar mis diferencias, sanar mis heridas, dejar de alimentar mis creencias y usar mi consciencia porque me permito vivir.

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